jueves, septiembre 30, 2010

declaración culiá (remasterizada)

Sin alargar el paso, sin acortarlo tampoco, por estos días me dio por subrayar lo pretérito. Como por decir algo, y en pos de la escritura y el alejamiento de la espesura nada más, me parece un acorde de metales melódicos el que se me viene al recordar. Y yo me dejo acariciar por el sonido, relajado, muy de pierna encima.

Sin caer en el ánimo triste del escritor aficionado, me acordé de conce, y más allá de eso, de mis otros cubiles de la octava y la quinta. Todo se me viene encima con inusual alegría. Dejo en claro, eso sí, que al pensar me remito a noches pasadas (y algunos días) pero en lo que se refiere a lo meramente cronológico y esponjoso. Al capítulo en grosso. Capítulos de cuando la madrugada y el tecleo eran los empaques que me cubrían del propio día, de la jornada que ya se moría. Me acordé de destellos y explosiones emotivas, a propósito de mi vieja, no sé, o del viaje, de LOS viajes, las mañanas. Mi casa, todos los lugares que hasta hoy me han resguardado y han sido mi casa. No por nada me acordé del terminal en la noche, de la gente cubierta de bolsos, de Collao y Camilo Enríquez, de Chiguayante sur, San Pedro, Coronel, Dichato, Playa Blanca, Lota, Curanilahue, Plegarias. Me acordé de Quilpué, ¡Cómo no!, el Belloto, hasta del Líder gigante y esas luces del terror; me acordé del metro, de los buses celestes, del cigarro prendido en la caminata y el frío entrando hasta en las uñas, por ahí, en alguna madrugada de regreso o partida; me acordé de la neblina, de la helada y de alguno de esos mates conversados y los cientos de tés solitarios (algunos con malicia) , y los roncola repetidos y agresivamente hijos de puta compartidos en alguna de esas noches sin astros guías. Y más acá, o más allá, atravesando la espesura del humo frío en el tren de las doce, desde el balcón de Freire o desde el pasillo corredor, los findes en el yayagustinas, las salidas de Albano, o los domingos que por uno u otro motivo me remitía a las ventanas violadas por el ladrón sin rostro, encuentro,


dónde sea,

yo siendo yo en versiones distintas, pero escritas o descritas con el mismo lápiz.

El vecino de patio eterno, perdido en su cabeza, y quizás en qué partes más de su existencia, pasaba las noches maullando grotescamente... no sé porqué pero me pregunto a menudo si seguirá en la misma. Yo me paseaba descalzo, me acuerdo, revisando mis propios pasos sofocados en la ebriedad de la lucidez nocturna y el cuestionamiento amoroso con lo que fuera que quisiera ser en esos momentos. Y hoy sigo en la otra, en la actualidad efervescente, feliz con mi nueva vida, acorde a mis varios presentes con alegría aromática (y romántica). Amando, siendo amado, recordando sin la ansiedad de las cuerdas al cuello, sin el mundo, como dice charly, tirando para abajo.

Estiro el catalejos, me veo clarito siendo parte del propio silencio, parte del claustro creativo, parte de la amistad, de las películas, de la resaca y el arroz; nítido en mis ganas hasta cuando las tres aeme me pisaban los talones ratones, momento que por uno u otro motivo recién me invitaba a dormir.

Las preguntas bullen por sobre mis ojos ¿qué tan yo puede ser cada momento? o más allá ¿qué gramaje de mi se queda en cada acto? Cada instante puede ser un trozo que te quiere representar, como para que el presente y el futuro no te olvide, y tú no te hagas olvidar. ¿en eso estamos?

Viva la memoria, las mierditas agradables, y todo el brindis por un tiempo u otro. Da lo mismo cuando, que lo importante es que se viva. No sé que más, extiendo el lienzo y me gusta, nada más ir y volver, ir y volver.

viernes, septiembre 24, 2010

me declaro en tela de juicio

Hay dos cosas que me matan y una que me hace más fuerte, eso no me hace menos persona.

jueves, septiembre 23, 2010

especial protagonista

Va la hormiga desenredando sus antenas ante el sol maravilloso que la ilumina. Son las 18:00 o algo así, unos quince pájaros no identificados graznan desaforados al borde de un poste. Las gracias en silencio no parecen ser suficientes, quizás por eso el observante se sienta a reflexionar al rincón de una maleza amarillenta, roída y con olor a meado. Gracias por todo, por estar incluso aquí. Los pájaros, los pies de la gente, las gotas de alguna manguera hedionda, nada podría destruir semejante brisa, piensa, y cresta que la tibieza es agradable. Ni siquiera una araña gimnasta, una discusión cotidiana, un fin de mundo de mañana. El de nada que podría esperar, tal vez encarnado en la típica voz con ecos aparecida en una nube, se traduce en una mierda de ardor de espalda, pero qué va, así es la vida.

Mientras, va la hormiga a paso seguro, de tronco en tronco, de roca en roca. El observante se encuentra otra vez con ella y se queda en eso, pausado, melancólico, sonriente. Unos minutos, ya es de noche. Unos minutos, ya no eres lo que eras. A lo lejos el mar pareciera una cortina tirada a la suerte del viento, pero como nada es lo que parece, el observante vuelve a mirar la hora, despertando de la pausa que sí era lo que era. Prende un cigarro, se marea y continúa su camino.

La gente no parece feliz, sobre todo los que caminan solitarios, y el observante, a pesar de todo lo bien que pueda estar, tampoco lo parece. Esas son weas inclasificables, insolucionables, se dice mascullando entre volutas de humo. El misterio del mundo a veces lo sobrepasa a velocidad turbo. Pero a veces el asunto es más simple de lo que el mundo cree que es, y cuando eso pasa te complicas de puro simple. Y es ahí cuando el observante se siente uno de esos especiales protagonistas, los principales de algo que en una de esas nunca se estrenará, pero existe.

Ya son las luces, las bocinas y los autos, el observante se pierde bajo un puente y uno de los quince pájaros, el más curioso de todos, lo observa ser uno con los demás. Otra hormiga más del universo.

jueves, septiembre 02, 2010

Nada más que un reflejo

Hay un sinfín de luces que emergen de las cabezas, soy testigo de ellas en el calor de mi ventanal de madera. Mientras, unas baterías se acoplan a un ritmo que me gusta seguir con las manos, un ritmo de mierda si se quiere, pero ritmo al fin. Espero tu cercanía y el sol se esconde tras una nube, se cuelan tres suspiros que respeto, que disfruto.

- Comprenderá, mi querido y gélido lector, que cuando las brazas a tu alrededor te queman, vas de saltos y gritos, no queda otra.
- ¿acaso no es mejor tirarse al mar?
- Ah, lector opinante, ¡interesante!... ¿Desde cuándo?
- Desde cuándo qué...
- Desde cuándo opinante, desde cuándo el lector se pone puntudo y opinante.
- Desde que escribes cosas que dan para eso.
- Para Eso
- O para Copec
- O para Shell... ¡Ya basta! , mire, lo que ud ve en el fondo de mi cabeza es un resquicio mínimo de lo que soy, lo que escribo es microscópico así que...
- ¿A qué viene eso?
- A que aunque diseccione mi ser por partes, nunca, pero nunca logrará conocerme como para opinar
- Uy, qué susto.
- ¿Qué susto yo o qué susto no lograr conocerme como para opinar?
- Ironía ¿o acaso pensó que una declaración como esa podría importarme? Esto es un blog, uno de los millones de blogs que hay en el mundo. Que ud me lance normas y principios personales, sufrimientos, no me hace querer conocerlo. Yo opino nada más.
- ¿Dónde está el botón borrar?
- Ignorar
- Me gusta
- A mis favoritos
- Agregar a mis amigos
- Opinar
- Alguna vez voy a ser libre.
- ¿Libre de qué?
- De tener que esperar el día en que me sienta libre. Esa es ya una esclavitud.
- Entiendo, olvidar, dice ud, no tener que esperar, dejarse llevar.
- Carpe diem y toda esa mierda, claro.

El gesto de desdén es sincero. Me voy, aunque en realidad nunca me fui. La subida tiene la pinta de un piano, pienso, aunque nada está claro a estas alturas. Voy tocando a cada paso, esquivando gatos encogidos que me miran molestos. El ruido de los ascensores suena como una erosión constante de las horas, de los días, de los meses. ¿qué tanto erosionas tú a cada paso? ¿qué tanto se erosionan las personas? El desencanto de los felices se cubre de historias ajenas. Los otros suspiros, los de ahora, son nada cuando el mar se pone gris, aunque está claro que lo que cambia es el cielo, no el agua. Nada más que un reflejo. Entonces me guardo en formato doc y me dedico a otras cosas más interesantes, de puro jodido que soy.

- Me dejó hablando solo, excelente.