miércoles, octubre 26, 2011

Taro



Y entre los adoquines sueltos de esta vida, llega del viaje mi hijo glorioso, un día cinco de un diez; justo cuando mis inciertos, inquietos como siempre, tomaban fuerza y mis rumbos se desenfocaban un poco, más allá de las dunas de Concon.
Sano, feliz, hermoso. Lautaro ha llegado. Varios días con él y me enamoro de su vida, de querer tenerlo conmigo siempre, de saber que es y que soy. De verme reflejado en sus uvitas oscuras ahí, cada vez que me mira. De cubrirlo y atenderlo con filo, en los completos grupos del detalle con el que hoy, a mis treinta y cuatro, guardo y mastico la vida.