martes, abril 26, 2011

Después de una rica naranja


Los motores se retraen, mi amigo, se retraen consiguiendo dentro de sus propias fortalezas la energía suficiente para retomar la marcha. En las inclemencias del clima actual, me detengo encogido - casi sin cuello, dirá el que me vea -, con las manos jugueteando los papeles arrugados de mis bolsillos. Después de un rato (minutos, horas, días, meses), cobarde o valiente, me estiro para ver mejor lo que por allá, tras los vendedores ambulantes, pareciera dignarse como la mejor oferta del mercado emocional. Y Lautaro, te digo, galopando su caballo imaginario, emergiendo de las dudas y enfermedades eventuales que supone su crecimiento, reinando en su vientre, victorioso. Más que nosotros, más que lo que pueda imaginarme, como dándonos un ejemplo, quizás. O dándonos una patadita de aquellas, pero con un ápice más de motivos. A ver si lo que más sería puede ser un poquito, un poquitín más de lo que es. Acá, allá, después del jugo y las cápsulas reventadas de una rica naranja.