viernes, noviembre 20, 2009

lacopadelárbol

Pues bien, ante las circunstancias que hoy rodean mi existencia, voy a brindar al pie de un árbol pequeño. O medio pequeño. O casi pequeño. La idea es que cuando crezca, y me sobrepase, pueda seguir brindando a su sombra fresca. Y en su crecimiento aferrarme a más motivos de levantar la copa. Incluso la del árbol mismo.

miércoles, noviembre 18, 2009

sin interiores

Activas retorcidas
y gustos prendidos
a corbatas multicolores
el sol rueda por las columnas
y los cuatro mentirosos en cadena
con el país
con sus caras
y las caras retretas de campañas
campanas di-so-nan-tes
con el fuego urdido de sus lenguas
y el show de los peinados
las estampas
las sonrisas retocadas
con promesas




digamos que en nada creo
más que en las miradas
en un verde
en dos verdes
más pulgares en alto
más bajas las esperanzas
en quienes más chilenos
en quienes más patria
en quienes más futuro
bocas secas
weón
huevón
gueón
dicen ser lo que guardan
y esconden tras bambalinas
¿alguien quiere un salud?
bocas secas remojadas
con la sed en la mistura de los labios
con el viento de tiempos buenos
más no sé si nuevos
afuera se nubla adentro se trabaja
todo sigue igual en el viejo chile
y el dolar que ve la entrepierna del mundo
sin interiores

martes, noviembre 17, 2009

el otro cielo



Hay dos cuartos vacíos con sus cerros interiores. Aunque, claro, es una forma de verlo, de serlo. Malas matemáticas. Dos cuartos, tres ventanas, cinco divisiones. Una manera. Una escalera. Una pradera. Una tetera que ahora hervirá para tres personas que encuentran un mismo techo. Un verdor encendido, furioso de vida, que dedica canciones, imágenes, besos. Sobre todo besos (y las cuentas que serían los besos con seriedad matinal). En fin. Esfuerzo mancomunado. Morado como las paredes de lo que espera.

Hay dos cuartos vacíos con una misma entrada. Con una misma salida. Entonces, al alcance de las manos y los ojos, de repente, reducido en tiempo, rápido y galopante como son las importancias, es que llega el tren. Locura total o total qué tanto. El tren y su chu chu que no espera. Pero así y todo, con las distancias que se acercan, a dos horas del amparo con sol matinal, con las tantas mañanas que se nos vienen, y los abrazos que aprueban sin conocer, hay un aguante que glorifica la espera. Del mar, de los miradores, de los nuevos desayunos y las tardes frías. De los mismos cielos visto desde otros sectores de las cabezas, de las geografías trazadas en mapcity y buscadores automáticos. De las familias asombradas.

De
Las
Nuevas
U – bi –ca- cio-nes


Yo no puedo más que surgir de entre las cenizas de tantos, de tontos, de locos. Del fuego extinguido de los grises y de las ramas sin hojas que me hicieron ver un mundo plano hace tanto. Plano quizás por mis propios papeles, los perdidos entre los libros que no leí de lo malos que me tincaron. Plano quizás por los propios miedos a girar en otras esquinas. Plano…

Cómo no seguir sonriendo. Galopando en el caballo blanco con diente de oro. Levantando los brazos en señal de victorias futuras, en virtud de los premios actuales, y las tantas patadas en el culo pasadas.

- Al final de cuentas es lo que cuenta
- ¿La cuenta regresiva?
- Siquiera la cuenta de la luz… Darse cuenta, es lo que digo. Darse… No cuenta de contar. Nada de sumas tampoco.
- Ahora me doy cuenta.

Y los mensajes que alguna vez dejamos flotando en la nada, y que hoy pudimos entregarnos personalmente, de puño y letra, de carne y alma, de ojos directos, de corazón. Cuando los destinatarios se encuentran antes de la carta misma, ¡qué gusto dan los apretones nerviosos! Cara a cara. Sello a sello.

En eso, en todo lo de ahora, los ojos de la mujer que me invita como si en ello radicaran las más grandes importancias, y las manos del pequeño hombre que boxea en las mías, feliz, haciendo de su baile de serpiente sandunguera el rito sagrado de un santisaurio único en los post cretáceos del mundo. Y yo que quisiera más brazos para hacer de mi amor un refugio eterno para ambos. Para ellos. Para lo que seríamos juntos. Y las voces tantas, naciendo como porotos en algodón mojado. Opinando. Felicitando. Sonriendo todos, temerosos de tanta seguridad. De tanta cordura sin costura. De tantas hojas escritas en cuadernos nuevos. De tintas multicolores. Y los cuartos vacíos que como todo lo importante de la vida, se van llenando de fotos, recortes y dibujos. Incluso los que aún siquiera se rayan con lápiz de carbón.
- Tendrán que ver otro cielo, desde otro sector de sus cabezas.
- ¿Perdón?
- En el instante mismo en que inspiras al despertar. Ahí nace lo justo
- Justo. El dibujo. Qué bien que está quedando el dibujo. Mira, ahí está ella, él, y yo. Si te fijas sonreímos. Todos sonreímos
- Precisamente, es al otro cielo que me refería…
- Siempre lo supe.