domingo, diciembre 21, 2008

Juvo-Juvencio...

Me encanta poder anclarme a textos ajenos. Poder aferrarme a imágenes significantes y quedarme quieto lo que dure el sentido, la identificación. Eso sí, dudo, dudo porque me niego a ser parte de una cabeza ajena, dudo porque mis ganas de ser un ser único me hacen cerrar muchas puertas, pero siempre, y en esto soy rudamente claro, teniendo la posibilidad de mirar por la ventana. Y hoy entra sol por entre mis cactus de la mala suerte.

Es domingo y desperté con ganas de leer. Más que de leer, de enterarme de cosas y saciar ese hambre matutino de nuevas montañas, de nuevos bosques cargados de color. Hoy, por ejemplo, descubrí a Juvencio Valle (1900-1999), un poeta bautizado por Neruda como "Juvencio Silencio", haciendo alusión a su hermetismo hablado, muy al contrario de su voz escrita.

Al adentrarme un poco en su historia, en su obra, se me vinieron muchas cosas al frente. Y fue muy, cómo decirlo... aclarador. Por ejemplo, Sayaka, al preguntarle sus motivos, sus inspiraciones al pintar, al dibujar me decía que no tiene claro lo que hace, lo que pinta. Eso de la inspiración no era un motivo al cual sujetarse. Ni los meses ni los colores que va ocupando en ese calendario tan lleno de ella, ni las formas espirales ni las cabezas de tiburón que, en realidad, no lo son. Simplemente era, hacía, creaba. Al principio no me quedó muy claro, pero de pronto todo estaba sobre la mesa, y me acordé de aquello cuando leí una crónica que Pepita Turina (otra hermosa suicida de este país con forma de espada) le hizo al escritor, y me hizo mucho sentido. Ella dice: "El -juvencio- sólo sabe expresarse cuando no se lo preguntan. Es como él dice de la nube:¿'Quién puede determinar lo que es la nube? ¿Agua o sueño?'. Simple.

Para cerrar este domingo de flores abiertas, quiero dejar un fragmento de Juvencio Silencio. Un texto que encierra muy bien aquello que haces, pero no sabes muy bien porqué. Algo que quiero guardar en este blog, a ver si dejándolo en mis espacios, se me olvida menos pronto:

"Preguntémosle primero al árbol desde donde le viene su descontrolado afán de colores. Tengo una canción en la garganta. ¿en qué parte tiene ella su principio? Preguntémosle también a la madre en qué mundo le comienza a ella esa leche de suave alelí que la circunda".


bienvenidos. Deje su impresión, pero en alta calidad.

jueves, diciembre 18, 2008

siéntete libre de escribir lo que se te antoje

Tengo la punta de los dedos helados


Hay un zancudo parado abajo del poster de Violeta. Está con las patas delanteras posadas en el poster, en su borde. Justo, justo al medio del marco del arpa, bien vertical, como formado en actitud de flecha, listo para salir disparado con destino-ninguna-parte. Y las otras cuatro patas, bueno, sobre la pared blanca, con posición de V pero al revés. Tiene patas largas, delgadísimas, con articulaciones milimétricas que a simple vista parecieran quiebres mal hechos, o formados a la fuerza con el filo de un cartonero. En fin,,, A estas horas me llama la atención ver weas así. Lo que pasa es que en la madrugada hay estados superiores, siempre he pensado eso, y me convenzo con fuerza pa'encontrarle sentido. En el día es como si la gente despierta te robara energía, son sanguijuelas inconcientes. Entonces, cuando la mayoría duerme, cuando todos son responsables por el día que se les viene, recuperas combustible y andas percibiendo lo que normalmente dejas pasar por estanque vacío, o, no sé, algo por el estilo. Bien narcolepsia: dormirse a ratos, despertar de golpe, y ver, enfocar, volver a dormir.

Nada que ver, súper nada que ver, pero acabo de tener un sueño. En mi reproductor suena Cordero UFO de jirafa ardiendo, y me evoca súper nítido la rivera de un río en el sur. ¡No! Rectifico: mejor dicho, la vegetación que crece al lado del río en el sur. Eso. Las matas que parecieran caer a las aguas pero que nunca se desprenden del borde al que se anclan sus raíces. Aunque más que eso, y con esto cierro el tema, me remito al campo. A cualquier campo. Es el sueño que acabo de tener. Un campo, un río, un caminito irregular. Es de noche, es ahora; el agua que suena, y las hojas de los árboles que cantan los temas inéditos que nunca se escriben. Y acá la parte absurda, con toda la vegetación, la naturaleza, el viento... con todo el frío puro que te atraviesa la piel, los huesos, estoy sentado en esta misma silla, fumando un cigarro, buscando el cinturón de Orion en la penumbra. Ah, y no hay luna. Bien dark la wea. El sueño dura menos de lo que tardé en escribirlo, pero es la gracia creo yo.

No es para tí. Eso canta Harrison ahora. Le dije a vita que nos fumáramos un pucho, pero hace un par de minutos. Siempre me dice "pulento". Es como su frase. ¿Cachai que uno demora en promedio unos cinco minutos en fumarse un pucho?. Yo me he tomado el tiempo, y a veces demoro menos. Debe ser porque nunca he aprendido a fumar bien. ¿Sepuedefumarbien? Yo creo que fumar ya es hacerlo mal. Aunque hacerlo mal sería hacerlo bien. Ah, qué onda...

La navidad me pisa los talones. El pascuero anda bailando salsa, cagao de calor, y me huevea a lo lejos. Se saca el guante derecho, pone su mano bajo la axila, y hace sonidos a modo de villancicos. Hacía tiempo no esperaba esa fecha con tantas ansias. Es como cuando era pendejo (he dejado de serlo en algún momento?), contaba los días y lo regresivo se hacía eterno en mi cabecita (ota) de niño.

Son cinco para las dos. El Zancudo retrocedió. Es como el ludo, "retroceda tantos espacios". Este lo hizo dos espacios. Espacios de él si po. Ahora suena Blackbird y es tiempo. Tengo el pelo seco ya. Me llegó un correo del equipo windows live, la dura que los he puesto correo no deseado, pero llegan igual. El equipo Windows live me tinca una tropa de gringos orgullosísimos de su invento. A mí me cae mejor el equipo google, si es que existe.

Good night, espías

martes, diciembre 16, 2008

La sesión interminable


La sesión de baile seguía. Él iba caminando apresurado para no perdérsela, bordeando el comercio callejero que esta vez parecía más gris y silente de lo normal. Avanzaba a pasos largos, pensando en prender el último cigarro de su cajetilla. Pero era un pensamiento pobre de eventualidades, pues la decisión estaba tomada desde siempre, al menos desde que la conocía: guardaba el último pucho para verla en su sesión, drogada entre las repisas, bailando y curvándose entre su colección de galletas animales.

A unos pasos de ella, de su casa, como asegurándose que todo seguía su curso normal, abría su bolso y acariciaba la carta que siempre llevaba consigo: las letras, el insecto pegado al papel amarillo, los kanjis ilegibles. Y al lado, entre otros papeles, las galletas museo, los dos paquetes que la mantendrían en el aire, o al menos riendo como a él le gustaba. Y sus ojos, Dios, y sus ojos! Cómo quería aspirar el humo mientras miraba la horizontalidad de sus ojos brillantes.

A él no le gustaba drogarse, siempre quiso dejarlo claro, pero creía llegar a un estado similar, o superior, cuando veía que ella lo hacía. Ella no lo supo hasta que se lo contó de pasada, mientras mordía la cabeza de un elefante sin piernas; menos drogada, pero igual de volátil. Entonces, avisándole con segundos de anticipación, ella lo mordió en la espalda, y le indicó que su colección de galletas animales se había terminado, y suspirando profundo, le dijo al oído:
- Ok, ahora te toca a ti…
Parecía que sus palabras jugueteaban en su cabeza, armando escenas extrañas, líneas de texto resumidas pero excitantes. Él trató de descifrar, de sugerir formas de redondear: pensó, por ejemplo, que le tocaba ser una galleta, aunque también creyó que era su turno de drogarse con ella. Al final, nada. Él fue y tomó un paquete de museo, un paquete vacío, la quedó mirando como esperando algo más que una frase suspensiva, y entonces ella masculló algo así como bueno, entonces un gran Kuhen. Pero antes de poder preguntar a qué se refería, ella ya se ponía a bailar otra vez, ignorando la gran interrogante que había entre los dos. Casi automáticamente él dio la vuelta para ir a comprar más galletas. Antes de salir de la habitación escuchó algo así como “al principio todos tienen miedo de enamorarse”. Pero él no estuvo seguro si realmente fue ella o su propia cabeza, por lo que no hizo caso y salió corriendo a buscar el siguiente par de paquetes.

Ahora, seguía corriendo para llegar a tiempo, de vuelta con el encargo que, a su entender, realmente era una orden autoimpuesta. Mientras tanto, de sólo pensarlo, de sólo imaginar animales para morder o guardar, ella reventaba de felicidad otra vez. Él seguía pensando en fumar el cigarro que nunca fumaría antes de llegar, y, claro, simplemente quería disfrutar. Disfrutar la sesión interminable, y los ojos horizontales y brillantes de ella cuando llegaba al corazón de la galleta hipopótamo, su galleta favorita...

jueves, diciembre 11, 2008

dor-mir

El cansancio me agobia. Un poco, no tanto como para impedirme el despertar, las pantuflas, el mail, el desayuno, la ducha, el metro, y mis canciones tristes sonando Quilpué y Viña del Mar. Todo sigue. Bueno, el cansancio nunca impide esas cosas. Pero desperté mejor que ayer. Debiera suspirar al decir eso, pero bostezo con la cabeza ladeada. Será porque hora está amaneciendo nublado, y lo agradezco, pero los pájaros de al frente siguen cantando como si nada. Siempre cantan como si nada, como si llevaran vidas parejas, planas. También pueden entonar melodías tristes, pienso.

Bueno... en las noticias hablan de Madonna, menos mal que ya pasó su concierto. Ahora cuentan de unos niños que se quemaron en una piscina. Mal. Estoy en eso, escuchando, y de pronto recuerdo que es jueves, esto de las semanas cortas es un buen regalo. Los mp3 de mi celular no han cambiado en una semana, y no pretendo cambiarlos tampoco.

Hoy debiera ver Manhattan. Ayer intenté verla, pero era tarde y tenía que dormir. Vaya, quién lo diría: dor-mir.

jueves, diciembre 04, 2008

no me digan que no si sí


Bien, me acabo de dar cuenta que ando con un sólo calcetín, el otro pie, el descalzo, está frío, en pelotas (un pie puede estar en pelotas?), enrollándose, encogiéndose, haciendo ruidos en la alfombra. Me di cuenta de eso y que me quiero fumar otro cigarro. De hecho ya lo prendí. Mañana es viernes, pasado sábado, y pasado pasado, domingo. Ah, y el lunes de yapa que nos da el calendario. Debiera ver alguna película. Hace un rato terminé de ver Persepolis, y bien dicho que había que verla. Tanto tiempo que estuvo ahí, encarpeteada.

No sé, hoy se me ocurrió que podría ser el séptimo beatle (son cuatro, más Empstein, más Martin, y parece que no hay más, o parece que sí), o el octavo si es que alguien se me adelantó. O el noveno, o el décimo. Como el profesor rossa, quiero darme un lujo. Estoy en todo mi derecho (que justamente es mi pie descalzo).