lunes, febrero 20, 2012

no, no me diga (sí, sí le digo)

Escrito hace algunos días:


Normalmente las ganas se interponen en mi reflexión. Se me cruzan en el camino como un río desbordado, y ahí me quedo sin saber qué hacer. Ahora bien ¿ganas de qué? ni idea. Una locura universal pero localizada. Una burrada que me hace sentir más idiota que de costumbre. Instintivo, sin control ni intelecto. A control remoto.
Hoy me siento así, tengo una extraña ansiedad que me induce a escribir. A escribir y no saber qué. Escribir, escribir. Darle nomás. Nervios. Escucho radio, recibo llamadas de trabajo desde Calama y el ruidito de voces que hacen mis compañeros - a veces tan parejamente felices - pareciera que se unen, como queriendo demostrar que sus existencias laborales emergen desde un solo punto, como cuando suena el mar; como cuando ves videos de conciertos y se escuchan los gritos: un solo ruido, sin individuales.

Hoy no soy mágico, hoy escribo desde mi lado más realista, desde las tripas, desde ese extraño nervio que me recorre los dedos. Y no sé a qué se debe.
Alguna vez o, mejor dicho, en algún tiempo de mi vida, tenía que sentarme, darme el espacio total, pensar, darle vueltas a lo que tenía que decir. Hoy sólo digo. Si se entiende bien, sino, ya saben...

Vi un documental hoy. Un reportaje antiguo de canal 9 regional de conce. Nada que ver con lo anterior, pero a propósito de las formalizaciones en el caso tsunami, estuve revisando aquel hecho que el 16 de enero del 2005, el día del falso tsunami, hizo correr horrorizadas a tantas pero tantas personas (por suerte tuve cabeza fría para tranquilizar a mi vieja y algunos tantos vecinos que no se fueron). Veo el video, la verguenza nacional e internacional, lo que se hizo mal, la paranoia y pongo atención a lo que los expertos de esa época decían. Seriedad y serenidad al mencionar cartas de inundación, vías de evacuación, cómo prevenir el caos, etc. Pienso en esas personas, en cuántas de ellas vivieron esta falsa alarma, y 5 años después, quizás no queriendo quedar en ridiculo otra vez, se quedaron ahí, sin salir de aquellas eventuales zonas del peligro. No puedo dejar de sentirme apenado por lo que pasó en el terremoto-tsunami del 2010. Por los errores, por las vidas que se perdieron, más allá de la naturaleza misma, más allá de los nervios... por las instituciones que, se suponía, debían cuidarnos y que lamentablemente se confundían unos con otros. No puedo dejar de sentir pena, de haber querido estar con mi vieja, dándole tranquilidad. Muchas veces, recuerdo, hablando de terremotos y de sus consecuencias, me decía casi murmurando "lo único que pido es que si llega a pasar algo así estémos juntos". Y, qué le vamos a hacer, tuvo que pasar años después en que me fui. Será la vida supongo, la vida y su lápiz tiritón que escribe a su antojo.

Pero en fin, el señor de la radio dice que son "las 3 de la tarde con 28 minutos! Acompañándote en verano" y a mi me da igual que sea verano. Y no es que me de igual saber que la gente disfruta más y que en la playa, a metros de donde trabajo, todo sea felicidad, amor y ropas mojadas. Lo que pasa es que yo disfruto las estaciones, todas con la misma avidez. Quizás un poco más invierno y otoño, pero no es que me cambien los ánimos en verano. Qué le voy a hacer.