
No es que me pase mucho, pero a veces me acuerdo de las casas, de los antiguos lugares en los que he vivido. Y me pasa que cuando me acuerdo me tiro a ver mi actual techo, a disfrutar el nuevo aire, el espacio interior. Y en eso me paseo, miro por la ventana, la calle, la gente, y se me viene un eco de suspiros varios. Es inevitable. Es inevitable trazar el camino y ver qué se dibuja. Como esos puntitos numerados que de niño tenías que seguir para llegar a la forma final.