miércoles, febrero 04, 2009

cinco


Fueron tantas las explosiones que en un dos por tres ya estaban bajo la mesa. No es que fuera el mejor lugar para escapar de una muerte segura, pero la inercia de esos ensayos en el colegio dio resultados.
- ¡Operación Deisy!- dijeron con las manos en alto.
En medio de tanto ruido siquiera se podían escuchar, pero suponían que pedían cosas a Dios. Principalmente la vida. En eso, Camila lloraba tanto que renata se reía. Pero era una risa nerviosa matizada de un sonido de lengua un poco extraño. Un sonido de lengua, bien digo, por que los dientes ya desaparecían. Ambas lo notaban y lo decían, pero no se escuchaban, sobre todo porque pensaban que pedían cosas a Dios. Pedían dientes, y la vida.
Camilia dijo cinco veces que no quería morir, ante lo que renata hizo sonar cinco veces su lengua. Entonces, recuperando unos tres dientes que estaban en medio del fuego, Renata agarró una valentía azul fosforescente. Camila seguía llorando, y esta vez pedía a Dios la vida, pero la vida de Renata que se aprontaba a salir por la puerta.
- No tengo miedo. Miedo tienen los cobardes. Los cobardes con Dientes, ¡NO TENGO NADA QUE PERDER!
- ¡Te voy a volar la raja, mierda!
- ¿Quién habla?
- Yo
- ¿Quién mierda es yo?
- ¿No que eras tan inteligente y detallista?
- ¿Camila?
- La que viste y calza
- Me dijeron que las bombas no se ponían entre hermanas, ya te estás pasando.
- Me dijeron que los dientes no se perdían a esta edad, y ya ves.
- Ah, es mejor que te calles, vienen las bombas más duras.
- Las bombas no son duras. Duras son las palabras.
- Un momento, no puedes ser tú. Estabas bajo la mesa, conmigo. Te reías con ganas y hacías sonar la lengua.
- Mira – abre su boca vacía -, de qué lengua me hablas.
- ¿Y qué te pasó?
- Dame un segundo. Mejor tres. Preparo la bomba definitiva.
Camila dijo cinco veces que renata era una hija de puta, pero como eran hermanas se retractó a los cinco segundos . Las bombas comenzaron a sonar como lenguas, y ahí Camila entendió que el sonido emitido por su hermana no era ella, era la bomba. La gran bomba dura que decía. Pero ya no sentía miedo, ni llanto, ni nada.
- Ahora vas a decirme hermana, y vas a decir que me quieres tanto como para perder todos tus dientes.
- Déjate de decir huevadas. Nadie quiere perder los dientes.
- En un momento, no sé si te acuerdas, lo único que quería era perder los dientes. Y le decía a todos, pero todos creían que estaba loca. Y locas son las que quieren dientes, y temen a las bombas. Las bombas duras de las hermanas. Las hermanas que se quieren, hueona pesada.
- ¿Me dijiste pesada o es cosa mía?
- No, me malentiendes. Es el que escribe.
- ¿De qué hablas?
- Esto no tiene ni pies ni cabeza. Eso de los dientes, de las hermanas que discuten por las bombas; todo eso es obra de un tipo que escribe mientras escucha Los bunkers.
- Ahora voy entendiendo. Entonces siquiera existimos.
- Bah, eso podría debatirse: cuando el dialogo se desarrolla así es porque ya tienes un poquito de vida. Pero en el fondo, según entiendo, somos ficción, con un poquito de vida.
- Un poquito de vida, claro. ¿Aún tienes la bomba? Yo aún tengo dientes, mira.
- Sí, tengo bomba. Varias. Y tengo todo lo que siempre quise tener. Mira mis tetas, mi culo, mis pies, mis uñas, mi pelo rojo, mi boca roja, mis sueños rotos. Es lindo eso, los sueños rotos. Es decir, suena bonito.
- No puedes tener sueños rotos, imbécil. Los sueños no se rompen, simplemente se van.
- Chuta, si te vas a poner así mejor terminamos el cuentito y hacemos estallar la bomba.
- No, ahora tengo la mesa, y la operación deisy nunca se olvida.
- Una bomba caga mil mesas, estúpida. Eso lo sabe hasta el que escribe.
- Dale con la tontera. Yo no veo nada más que un mundo destruido. Dónde podría esconderse el que escribe.
- Suele hacerlo tras una pantalla de pulgadas dudosas. Ta vez si…
- ¿Ta vez si lo buscamos? Oka, ¿y qué hacemos con estas bombas?
- Nunca se saben cuándo podrían necesitarse.
- Yo las llevaría
- Yo las llevaría también
- Y yo…
- ¿quién eres tú? ¿de dónde mierda saliste?
- No sé, al escritor se le ocurrió ponerme acá. Bien rara la cosa.
- Rara…. Mira, tengo dientes.
- Mira, tengo bombas y culo y tetas.
- Oye, ahora que te miro bien, yo te conozco.
- ¿Ah, sí?
- Sí po, del grupo de facebook de hace quince años… bueno, cuando el facebook era inofensivo.
- ¿El de señoritas en bikinis bonitas?
- El mismo
- Ah, mira qué loco, yo no me acuerdo de ti.
- Será porque en ese facebook no tenía tetas ni culo ni pelo. Ahora la cosa cambió.
- Mish
- Mish
- Mish
- Bueno, ahora somos tres en este mundo infecto. Tenemos bombas, recuerdos, dientes, culos, tetas. Tres personas cagándo fuera de tiesto, haciendo caso a un escritor de mierda que se cree locazo.
- En el fondo igual es loca la cuestión.
- Super
- Shuper
- Logo
- ¡Ah mierda! Puse la bomba sin querer!!!
- ¿Oye, ese que está ahí no es el escritor?
- Ni idea, nunca lo vi
- Ya, ok, pero está tecleando. Fíjate, ahora está escribiendo “ahora está escribiendo”. Justo lo que dije.
- ¿Es que son imbéciles? Hay una bomba apunto de estallar y se preocupan por huevadas.
- Es que si es el escritor podríamos decirle que escriba “y la bomba se desactivo y terminaron mirando un atardecer, y se comieron unas empanaditas camaron queso”.
- No existen las empanaditas, ni los camarones, ni el queso. Sólo existimos nosotros. Como que este huevón, el que escribe, no tiene más imaginación que un mundo en el que comparten tres personas. Es limitado.
Entonces la bomba se desactivo y terminaron mirando un atardecer, y se comieron unas empanaditas camaron queso. El sol, en aquel momento, se veía tan perfecto que olvidaron el sentido de todo lo que habían vivido.
- Nos cagó po. Terminamos viendo el atardecer y comiendo camarón queso y con la bomba desactivada y compartiendo con cientos de personas.
- Buena onda, galla. A todo esto, Camila, ¿porqué lloras ahora?
- Déjala, tu hermana es así.
- Qué te metes, huevón. Uh, eras hombre, recién lo noté.
- Si po, hombre. ¿Ahora entiendes porqué te miraba tanto las tetas?
- Verdad! Camila, mira, era hombre este huevón, por eso me miraba las tetas. Chucha, ya po, para de llorar.
- Ahora que descubrieron que soy hombre, puedo sacarme el bikini. Eso sí, hay tanta gente que me da plancha.
- Uy, no te vayan a mirar no más po. Si al escritor se le olvidó que la gente tiene que tener rostro. No pueden verte. Sácate el bikini con confianza, loco. De paso te miramos un rato. Somos ficción, y no vemos un hombre desde que dijimos eso de la bomba.
- Ya, listo, me saco el bikini entonces.
Camila paró de llorar, renata se empezó a reír, y la gente de la playa, la gente sin rostro, empezó a mirar, a gritar, a chillar. El hombre, que hasta ese momento no tenía nombre, empezó a sentirse incómodo: estaba desnudo, bien desnudo. En pelotas. Renata dijo varias cosas que no se sabrán porque el escritor no las puso. Ambas, delante de todos, empezaron a besar al hombre. Al hombre ese que no tenía nombre. El hombre, bien excitado a esas alturas, le hizo cosas extrañas a las mujeres. Sobre todo a Renata que era la que tenía culo, tetas, pelo, dientes, lengua, pero que no tenía bomba. Quizás por lo mismo. Camila, muy lloriqueando, dijo una frase para el bronce. La gente de la playa dijo “uh”. Y, unidos en el sonido, pareció el llanto de una ballena.
- Eras hombre po. Y bien hombrecito el gil.
- Sí, era hombre, y bien hombrecito, pero no gil. Para el bacilón.
- Renata, vístete que nos vamos
- Me siento bien así
- Vístete
- Ya oh, todo porque tengo tetas, culo, dientes, pelo.
- Sí, tu hermana tiene todo eso. Se ve mejor así, en pelotas. La ropa le sienta mal.
- Renata, vamos.
- Ya voy, déjame un ratito.
- Renata, vamos o lloro otra vez.
- Ya voy
- Renata…
- Ya, Renata, dejemos esto para después. Camila tiene razón. Toma, te regalo mi bikini. ¿Oye, dónde está mi bikini?
Toda la gente de la playa, muy atenta al dialogo dijo “oh”, pero como no era “uh”, no sonó como ballena, sonó como elefante, o algo por el estilo.
- Esta playa, ¿cómo se llama?
- Preguntemos al escritor.
- Renata, el escritor no existe. ¿Ves? Ya me voy a poner a llorar.
- Chucha la mina complicada…
- Pucha, ya, haz la locura de preguntar al escritor. En una de esas te responde.
- Cabras, me aburrieron. El bikini no apareció, esta gente no para de mirar, y tengo un mundo que descubrir. Chaito.
- Oye, eres hombre o no eres hombre. Aparte, siquiera nos dijiste cómo te llamas.
- A ver, por parte. Primero pregunta al escritor cómo se llama la playa.
- Señor escritor, ¿Cómo se llama esta playa?
Entonces se abrió una nube, se proyectaron como cinco rayos de luz, y se escuchó una voz que dijo: playa blanca. La playa se llama PLAYA BLANCA.
- Renata, no puedo creer que te respondiera.
- Debe ser porque tengo culo, tetas, pelo, dientes.
- Ya, ahora que sabemos el nombre de la playa, les digo mi nombre.
- Uy, sí. Querímos puro saber.
- Renata, se dice queremos.
- Buta la hueona pesá.
- Ya, quieren o no quieren saber.
- Quiero.
- Quiero
- Queremos.
- Me llamo Nicanor.
- ¿Nica? Como el hermano de la Violeta.
- Ah, mira, no lo había pensado, Renata. Tienes razón. Tienes razón, culo, tetas, pelo.
- Ya, y dientes... Renata, ¿vamos?
- Oye, para el hueveo. Ya parece que fueras un personaje depresivo. Señor escritor, dígale.
Entonces la nube se abrió otra vez, cinco rayos de luz y la voz dijo: “Camila, para el escándalo. No porque tu hermana tenga culo, tetas, dientes, pelo, vas a venir a cagarme el cuento”.
- Si ud lo dice, es ley. Renata, ¿vamos?
- Oye, oye, qué onda. El hombre, que ahora sabemos se llama Nicanor, ya no está.
- Se fue mientras hablaba el escritor. Dijo que te metieras tus tetas, tus dientes, tu pelo, por la raja. Pero como tu raja es tu culo no sé cómo lo vas a hacer.
- Que es huevón. Las cosas que se le ocurren. Mira, yo tenía el bikini puesto. Nunca se dio cuenta, es muy pavo.
- Renata, ¿vamos? La gente está mirando otra vez y no quiero que hagan “uh”.
- Vamos. Primero guardo la bomba y nos largamos.
- Chucha, ¿dijiste la bomba?
- Conchetumadre, apareció la bomba, Camila.
- ¿viste?
- No es el momento de llorar.
- Entonces me río.
- Mira, la gente se fue.
- Se fue la playa también.
- Y las empanaditas de camarón queso.
- Y todo menos tu culo, tus tetas, tu pelo, tus dientes. Pucha que tienes suerte, Renata.
- Eso es verdad. Gracias señor escritor. Esto de que ud me haya dado toda esta voluptuosidad es un gran premio, de verdad, pero ¿qué onda con la bomba?
El cielo no se abrió, tampoco aparecieron los cinco rayos, tampoco sonó ninguna voz.
- Tupendo. Este huevón se mandó a cambiar. ¿Ahora qué hacemos?
- No sé, Renata.
- ¿Qué hacemos?
- Te dije que no sé.
- Ah, ya sé, cuando la bomba estalle pensamos en la playa, las empanaditas, en el hombre, el que ahora sabemos se llama Nicanor. Pensamos en mis tetas, en mi culo, en todo eso. Pensamos y pensamos, fuerte, a todo cachete.
- Eres tan ordinaria, Renata
- Eres tan saco de huea, Camila
- Ya, la bomba fue idea tuya. Bah, idea del escritor, pero para ti.
- ¿sabes?, ya ni me acuerdo. Cuando me di cuenta de todo lo que tenía, cuando me di cuenta que ella era él, lo único que quise fue lanzarme a la vida, al sexo y las perversiones. No me importaron las bombas, el que fuéramos de mentira, nada. Algo me dice que con este cuerpo voy a llegar lejos. ¿De dónde habré sacado eso?
- Del escritor. Los escritores son así.
- Te digo algo, pero piola: el escritor no es escritor. Se las da de escritor.
- Ya, Renata, pero tampoco seas pesada. Además, ¿Qué onda con la bomba?
- Está a cinco minutos.
- Uh. ¿Y qué hacemos bajo la mesa?
- Hum, acá empezamos.
- Entonces las bombas están afuera.
- Verdad, no lo había notado.
¡Operación Deisy!
Entonces todo empezó otra vez, aunque ahora la de las tetas, el culo, el pelo y los dientes era Camila. Renata nunca volvió a ser la misma.
De Nicanor nunca más se supo.
El escritor que se las da de escritor subirá el relato más enter shift de su historia. De puro loco que es.
chaito no más

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