miércoles, septiembre 21, 2011

Invitación



Bueno, es septiembre y el sol,a días de lo primaveral, está desteñido. Nublado y frío. Sin embargo, a mi alrededor los pájaros ignoran semejante grafito. Me caen bien. El sol ausente y los pájaros. Más, mucho más los pájaros.

Tengo treinta y cinco años. La gente dice que soy un buen tipo. ¿Bases para decir aquello? mi cara de pendejo, mis ojos grandes. Nada más profundo creo yo. Como sea, según mis años yo tendría que ser un ente extrañamente maduro, rígido y concentrado, con líneas claras en el suelo y otras tantas en el entretecho. Ambicioso, lleno de proyectos, posesiones y amigos. Contrariamente, mi vista enrojecida a veces, absorbe lo mismo que a los veinte. Asi como a los veinte vi y elegí lo mismo que a los quince. En esencia, los tiempos cambian, eso está claro y de paso me adelanto a su contrarespuesta. Lo que pasa es que uno se camufla.

Avanzo por ahí, a los bordes de la vereda desde donde ud me mira; miedos presentes, formas en el cielo, basuras por ahí tiradas, titulares de diarios amarillistas, culos gigantes. Gente. Recogiendo, exprimiendo, retomando. Sombras. Bailes, lenguas, injusticias y recriminaciones de locomoción colectiva. La solución, la problemática, el espejo que no devuelve ni pide prestado. Los vacíos, los putos vacíos que nadie puede evitar y que vendrían siendo la bebida que, sin saber su ingrediente, no puedes dejar de tomar. A-di-cción a la oscuridad. No podría ser todo una ampolleta prendida sobre nuestras cabezas, sin duda. Le digo, yo no puedo mentir, no puedo decir que lo que quiero es el árbol que riego todos los días, menos aún cuando no todos los días el árbol es el mismo. Difícilmente se pueda. Y es que no puedo decir que me cae bien el que me cae mal, terminaría vomitando. Y si el porcentaje de mundo que se quiera hacer persona me desagrada, no tengo mucho que decir, soy minoría. Una minoría que pocos quieren abrazar con ganas. Es así, un dibujo de líneas tembleques. Hay un algo en la humanidad. Algo que peca de ingenuo y al mismo tiempo se retuerce en dichos tan complejos que se erosiona la vida en descifrarlo. Las espinas rara vez dejan cicatrices y te pasas la vida pinchándote. ¿porqué? ni idea, simplemente te pinchas y gritas y te prometes no volver a caer. Y cuando digo humanidad no hablo del resto. Es una semilla interna, minúscula. Desgraciada si se quiere, desgraciada y fea pero mía. Algo que podría ser el motor que impulsa, que lanza por entre esas otras cosas que te hinchan las pelotas (si es que las tienes), eso que te inspira. Pero el motor o te hace avanzar o te deja por ahí. Te respira. Te transpira. ¿Solipsismo? Qué wea te crees te diría el resto de las personas. Perdón, lo estoy tuteando sin querer.

Quizás a mis veinte no pensé en esta edad asi como ahora no pienso en los cincuenta. En aquel entonces debí de estar muy borracho, muy cegado por esa sexualidad sin cabeza, por esas tardes sin necesidad, por esos celulares que sonaban una y otra vez, invitandome a las bocas abiertas, ansioso por esas personas que me juraron amor eterno, por esas amistades que supusieron lo mismo. Y de pronto muchas posibilidades me explotan, el camino es uno y voy por él escribiendo y tarareando melodías desconocidas. Aferrándome a algunas manos que dicen, sin gritar, "hugo, ven pa'cá, no seas gil". El sentimiento es multicolor y tengo una caja metálica donde guardo esas cosas. Me hacen mierda los sesos, pero el derrame es exquisito. Tengo que decirle, además, que también resulta ser que ignoro el tono del sol, sus alineaciones y tormentas... incluso ignoro si me veo o desaparezco de entre algunos reflejos. Porque los desastres son siempre internos. Lo que pasa es que uno, débil como buen humano, necesita exteriorizarlo. ¿Le dije que me caen bien los pájaros? Parece que sí. El sol también, pero mucho más los pájaros. Eso es porque, pase lo que pase, ignoran las inclemencias mundanas. El canto sigue, y como dicen, parece que que lo hacen hasta morir. Entonces, porqué tendría que dejar de hacerlo yo?

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