viernes, agosto 22, 2008

Y no sé porqué...


Es viernes. Aunque llegué un poco antes a la estación, dejé pasar un tren. Al final me fui a la hora de siempre. Tontera. Podría decir que no pasó nada especial, pero algo rompió el recorrido trazado: el metro se detuvo a mitad de camino. Fue casi entrando al túnel del estero, a unos cinco minutos de salir de la estación Quilpué en dirección Puerto. Yo iba con fonos, leyendo las peripecias de Manuel y Gloria, y al detenernos escuché el murmullo típico de los grupos que se preguntan entre dientes, bien bajito, qué pasa. Yo también me lo pregunté. El pitido de los parlantes internos de la máquina me hizo sacar el fono izquierdo, esperando el mensaje "importante" que no tardó en llegar:

"señores pasajeros... eh... el tren se detuvo por el botón de emergencia... y no sé porqué"

"y no sé porqué". Otro pitido, el silencio y los murmullos otra vez. La gente movía la cabeza para lado y lado, como buscando explicación en algún pasajero traductor que dijera qué cresta quiso decir el conductor. "señores pasajeros, estamos a punto de estrellarnos contra una roca de granito del porte de un elefante gigante, marciano y repleto de dinamita.... y no sé porqué". Por ahí se escucharon algunas risas flojas. Otros seguían durmiendo y ni se enteraban. Unos segundos más y el tren, poco a poco, recuperó la marcha. Yo me puse el fono otra vez, retomé el libro, y me olvidé del asunto.

Eso pasó este viernes en la mañana. Hoy. Nada especial, repito, pero algo pa'contar, pa'ejercitar la mano, loco. Bueno, los dedos en realidad...

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