Hace varios minutos que la toyotomi de mentira seca mi ropa. No tengo música puesta y el extractor, protagonista de los ruidos actuales, se lleva la humedad que pueda quedar en el ambiente. A la izquierda mi taza humea un té verde recién servido. Yo lo miro de reojo y me invito al primer sorbo. Rico.
He visto películas extrañas últimamente. Me atrevería a decir que son las más extrañas que he visto hasta ahora. Anoche, si bien estaba trasnochado del viernes, me quedé viendo películas hasta cerca de las cuatro de la mañana. Y luego música, y escribir un relato, y un orden mental para un domingo que no quiso empezar como quería: parece que me resfrío. El premio al esfuerzo…
Volviendo al cine, no sé, las cosas extrañas, los diálogos absurdos, las escenas un poco retorcidas, dobladas, tendidas, me dan valentía para publicar algunos relatos que creí incomprensibles. Y aunque de verdad lo sean, qué diablos! Es decir, el otro día vi a un viejito grabando sonidos en el metro, y otro a un tipo descalzo que pisoteaba charcos de agua una noche post lluvia. O sea, si la vida resulta así de extraña a veces, hay que darle de comer con más extrañezas sin aliñar. Aparte de letras regadas, yo invito al té. Es mi palabra