lunes, junio 07, 2010

así con la cosa (14)

Hoy leía la entrevista de un escritor chileno - de esos que uno conoce pero que tampoco son invitados a los matinales - que contaba que se tomaba un cortito de sour en la mañana y otro en la noche. Decía que eso le servía para leer, concentrarse, y que lo mismo se aplicaba a la escritura. OK, mientras desenfocaba mi cordura sureña imaginando semejante escena, me puse a pensar en lo fácil que es generarse una leyenda, más bien si tiene tintes de bizarra maldición maldita (aunque lo del sour tampoco es taaaaaan bizarro. Tengo amigos que hacen lo mismo y no escriben). Decir por ejemplo "cuando me levanto en las mañanas miro mi reloj y vuelvo a ponerlo a la hora que me acosté la noche anterior, así programo la alarma a la hora que despierte y vivo exactamente el mismo tiempo en estar dormido y en estar despierto. Luego, me asomo por la ventana, me rasco la axila derecha y grito "tenme en tu santo reino de los dientes negros, Cortázar!", ya sabes, me encanta Cortázar, pero al mismo tiempo quisiera resucitarlo con la sola idea de enviarlo a la tumba otra vez. En fin, prosigo. Después, tomo una pizca de sal con tierra y me la aplico con mucho cuidado en glándula lacrimal de cada ojo. Es una tradición familiar que no sé de dónde viene, pero que despeja todo tipo de malas visiones afuera. Hablo de visiones desde el plano espiritual. La visión es importante para la inspiración, si ves bien, bien sabes decir lo que sientes. La lágrima que viene luego es un detergente metafísico, un rastrillo líquido de malas vibras, y lo que escribo es fiel reflejo de mi grito, de la tierra y la sal, reflejo, señor mortal, de mi propia familia."

Y no es creer o no creer, pero ya me darían ganas de ver qué cresta escribe un weón así, sea malo, realmente un asco de arrugarte, o el descubrimiento del año.

Eso nomás.

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