martes, junio 14, 2011

Lautaro

Ahí estás otra vez, encuadrado en imágenes cada día menos pixeladas, en el universo a la mano, revolviendo tu existencia magnífica, absorbiendo la realidad a ojos cerrados. Un big bang personal, una juguera milagrosa, una implosión que me saca los ojos y me los vuelve a dejar en su lugar. Increíble, inquieto y pausado, abierto y cerrado, con esa expresión de comodidad y enojo, como si ya estuvieras advirtiendo que de ahí no te quieres ir. Y nosotros, mirándote a través de una fría pantalla, con tu columna nadando entre punteros, líneas interrumpidas y números amarillos y blancos que, medicamente, son sinónimo de salud.

¡Y mis latidos que van casi a la par de los tuyos!

Suspiro. Suspiran. Sonreímos. Los minutos de vista se terminan, pero las repeticiones nunca. Hay reflejos por todas partes. Mientras, seguímos tocándote através de la piel, a ojos perdidos en los cielos, en todas sus versiones, adivinando patadas o combitos, gozando la sencillez de la existencia, peinando prados, ciudades, escaleras; limpiando paisajes y mares, cuando el aire salino que respiramos, por fin, te toque la piel.

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