jueves, octubre 16, 2008

Number 9



Ya, te cuento: hay un tornado a metros mío, ¿vale? Un tornado, un torbellino violento de aire que gira sobre sí mismo y que se extiende desde las nubes hasta la superficie terrestre. Uno de los típicos. Según me fijo, es el más destructivo en años. Lo compruebo a simple vista, mientras escribo. La gente corre, se esconde bajo tierra, grita, y en el camino varios terminan muertos, desmembrados ¿ok? Atrás hay nada, y al frente, todo. Ese es el escenario. Y yo observo inmutable, de pie, contemplando lo incontemplable, sabiendo que puedo morir, o revivir, tras la tormenta. Algo así. Y me aferro con fuerzas a la esperanza, y a las opciones clavadas que existen al alcance. Digo ¡qué más me queda! Entonces un destello fuerte me distrae: al otro lado está ella... el vórtice gris me deja vislumbrar algo: su rostro pasivo, pálido y angelical; sus manos. Y yo, tranquilo, porque sé que puede salvarse sola, así, tal como yo puedo esconderme tras algún roble viejo y salvarme también. Pero no, para qué, el tornado tiene que pasar por sobre mis desesperaciones, es su obligación, ¿no? Los escombros deben atormentar, desgarrar, para dar paso a otro estado. Al parecer ella también espera que la destrucción creadora pase por su cuerpo. No me preguntes cómo lo noto. Una seña puede ser. El punto es que la idea no es esconderse, ¿entendido?
Pero todo sería mejor con sol, me digo, me dice, nos decimos, mientras el cono de basura ya está por alcanzarme, y el astro rey (que de rey tiene nada) no quiere aparecer, porque las nubes son espesas, como espesas son las lágrimas, la melancolía, y tantos sentimientos indescriptibles en el momento previo a estas muertes, a estos finales. ¿muertes? Es una forma, nada más. Una forma.

Bueno, de pronto, Kaboom!, el tornado se divide en dos. Un par de vórtices, unos gemelos destructivos ¡¿Puedes creerlo?! El par de brazos gigantes recorre caminos paralelos, y va calando, erosionando, como si alguien los dirigiera, ¿ok?. Es uno para cada uno, ¡Claro! Para ella, para mí, para los dos.

Cinco metros, tres metros. Y yo ahí de pie. Cierro los ojos, todo se vuelve borroso, todo se vuelve fotografías desenfocadas; una tras la otra, una tras la otra, una tras la otra. Escenas ¿ves?... y del ruido al silencio total que, de pronto, me lleva a algún lugar con arena blanca.

Línea. Horizonte. Nubes. Cielo. No sé, aún no puedo ver todo. Tengo espinas clavadas en los brazos, en el pecho, y eso me tiene ahí, ¿me explico?. Pausa, así me quedo... Pausa total por un tiempo indescifrable.

Pero, basta, ¿no? Me convenzo y abro los ojos lentamente. Observo. De pronto una silueta se asoma, y me doy cuenta... y cuando me doy cuenta, nada pasó, y el cielo soleado empieza a nublarse otra vez. Habrá que esperar morir de nuevo para entender que estas cosas, que estas sensaciones, no se manejan con lógicas preestablecidas. Eso es lo que me digo ahí,¿se entiende? Pero, bueno, si uno tuviera la certeza la usaría quizás en qué. Si no, no me pasaría estos rollos.

Ahora, dime, ¿qué te parece? ¿No es lo más bello que te han contado? Si no lo es, avisame ahora, que no quiero seguir esperando tornados para sentirme vivo.

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