viernes, julio 08, 2011

Así con la cosa (16)

La escena es más o menos así, ahí tú le pones o le sacas según estimes conveniente: con un par de bolsas en tus enguantadas manos, abandonas el supermercado una fría mañana de junio. Son las nueve cuarenta aproximadamente, lo calculas sin mirar el reloj. El hielo, piensas, te vuelve un ente inexpresivo y lo subrayas mientras exhalas vapor y te miras en el reflejo de una micro verde que se detiene frente a ti. A la izquierda tuya, el sol aparece entre edificios grises que ahora se tornan amarillentos. A tu derecha, un perro color tigre se lame las bolas con una paciencia perturbadora. La micro avanza y una mujer sentada en ella te mira y te sonríe. Te das cuenta en un segundo ya que justo pestañeaste y la imagen se te quedó grabada, como en una fotografía. Te habrá confundido o estás más guapo de lo normal. Te convences que de seguro te confundió, tú no andas por la vida de galán.
Mirada general, piensas que las calles son más amistosas en la mañana, cuando sale el sol, cuando sus rayos matinales se cuela entre ventanas, postes y uno que otro brillo de pelo. Excepto si ese pelo está mojado. Y es que la noche te gusta, pero por otros motivos. La mañana es el ritmo que más te acomoda, al menos hoy.
En fin. Todo huele a pan fresco, sobre todo cuando cruzas ese pasillo angosto, donde las voces se tornan menos tenues que hace 15 minutos. ¡Cómo cambian las percepciones en 15 minutos! Prefieres el olor a pan tostado, pero el pan fresco no está mal. Ahora que lo piensas ¿es mejor el olor a arroz cocinado o cuando el arroz se cocina? Estas cosas son como el dilema del huevo y la gallina, te distraes unos segundos. Miras la bolsa como para asegurarte que todo sigue ahí.
Ok, te dispones a cruzar la calle principal. Hay dos gaviotas peleando en la cima de un poste. Gritan con un poco de tedio, como si pelear fuera un trámite y tuvieran que hacer show. Yo las observo antes de dar el paso, antes de jugar con la bolsa, antes de ver a esa mujer que, groseramente, lame los labios a su novio, ahí en la vereda de al frente. Y se ríen y yo vuelvo a mirar a las gaviotas pero ya no están. Se fueron en silencio. Luz verde. La pareja del frente parece tan eróticamente feliz, tan con ganas de hacerse pedazos. O tal vez vienen de desintegrarse en la noche. Pero uno nunca sabe, te dices. En el fondo las caras no dicen mucho, y las ganas duran lo que tienen que durar.
Dos, tres, cuatro, cinco personas. El taxi te espera. Suena tu celular. No sabes quién es. Nunca lo sabes, desde que no tienes pantalla, desde que contestas sin mirar. El cielo se nubla en un dos por tres, pero sigue siendo mañana y es un gran valor que así lo sea. Contestas. Es esa voz familiar que siempre te saca una sonrisa. ¿Eso sería todo? El comienzo y el fin.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

y yo que quería mandarte mensajes

tierragramas dijo...

ya lo hiciste, quien quiera que seas