viernes, julio 18, 2008

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De pronto, en medio de una canción, retrocedí, avance y me puse en pausa; en eso, en los segundos que parecen horas, terminé pensando que soy un tarado. Llegué a esa conclusión. Así, de la nada, me vino una angustia profunda de la que me ha costado librarme esta mañana. Tengo una sensación de estar haciendo mal las cosas, o a medias. Una llamita interna bien jodida. Lo peor es que de ahí, a la pena, hay dos pasitos cortos. Los viernes nunca habían sido tan nublados. Es como si necesitara disculparme de lo que no sé, de lo que no he hecho. ¿Será que mis evaluaciones se abrieron más de la cuenta? A veces, entre las puertas y ventanas abiertas, entra más luz, pero también más viento. Tanto que tengo que entrecerrar los ojos para ver mejor. Ahí me doy cuenta, tomo conciencia de lo que tengo, de lo tanto que tengo. Tanto como he querido tener... creo que tengo que abrazar más, agradecer, amar, entregar, cuidar.

Mal. Pierdo el hilo conductor. Me desconcentro. Lo pernicioso a veces me ciega. Y es que estas cosas que me vienen de repente me hunden en pequeñas depresiones. Tengo, eso sí, la convicción de transformar esos estados en algo positivo. Es necesario cuando soy lo que soy. Por que éso es, lo admito, un tarado positivo con angustias invisibles, pero tan reales como los dedos que teclean estas letras.

Voy a esperar esta tarde, la voy a esperar con ganas. A ver qué pasa al final. En una de esas sale el sol.

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