viernes, febrero 22, 2008

primero


Pan, servilletas, las llaves y el sol que entra por la tarde. Ah, y la caja de huevos vacía. Un juguito de pera, afuera converse falsas, a la cresta los calcetines, y, de pronto, con las pocas pilas que le quedan a la sony, con las patas pelás, me da por tomar fotos. Hoy llegué con los ojos más abiertos. He dormido poco, pero el sueño me rompe en las mañanas. Las tardes son complacientes. las noches, bueno, lo de siempre.



Un llavero que tiene mucho que decir


A veces escaneo el lugar donde vivo y termino pensando que me gusta. Siento que los rincones son afables, tienen vida, mucho más vida que desde el palacio de los ecos desde donde me vine hace meses. Es importante sentir esas cosas, no los ecos, sino la calidez. Es realmente importante detenerse en eso que, normalmente (¿normalmente?), dejas pasar. Los contextos te liberan o te reprimen. Los colores, los aromas, las temperaturas. Incluso, lo que ves al salir de tu puerta. Todo es una malla gigante: o te deja ver, o te atrapa. Acá el formato atrae y libera. Dentro de toda mi inquietud normal, dentro de todos mis tornados rompe-convencionalismos, puedo mantenerme bien entre las paredes nuevas. Y le gusta a java, y le encanta a mi vieja, y es un "bien" general para todos los que han venido. No sé si pase más de un año, en todo caso. Claro, cómo saberlo; no sé que va a ser de mi vida en un año más. Nadie lo sabe, y qué bueno que sea así. Igual, no necesito pensar tanto. No necesito darle tantas vueltas, porque me mareo fácil con lo, eh... fácil.
Puedo escribirlo, esperar a pata pelá mientras como avellanas del sur. Del sur que me llama de vez en cuando, pero bien a lo lejos. Pero no es el tema. Al menos no el primero.



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