miércoles, febrero 27, 2008

tercero


Los días nublados son tibios y tienen olor a mate con pan amasado. Muy loco puede sonar, pero los días nublados me abrigan. Esas nubes, que parecen teñidas con grafito molido, me abrazan, y lo hacen a la par con mi avance. Me gusta sentir eso. El abrazo es móvil, creo, y a diferencia de los abrazos normales, llenos de posesión física, no hay dosificación de libertades. No hay necesidad. La vida de las nubes es corta, pero intensa. Siento que por ahí va la cosa. Por eso, cuando el cielo se nubla, y no veo el celeste amigo de los niños, yo soy de los que me alegro. No hay depresión, querido lector/a, nada que ver, es que soy del sur, y con eso sobre la mesa, digo todo lo que quiero decir.

Hay cosas que nunca cambian.

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